Sobre torrijas y cofrades

¿Es impresión mía o los días pasan más rápido con la edad? Parece que Navidad fue antes de ayer, y hoy ya estoy de vuelta en la casa familiar, comiendo torrijas como si no hubiera un mañana. Un dato curioso antes de meternos a debatir sobre asuntos más serios: ¿sabíais que la fecha de la Semana Santa cambia cada año según el ciclo lunar? Depende de la primera luna llena de la primavera. Y ahora que activamos el modo religioso y nos metemos de lleno en materia, voy a expiar mis pecados y reconocer que he mentido: este año todavía no he probado las torrijas, pero así la introducción del post me quedaba medio gracioseta.

A lo que iba. La semana pasada estuve de visita en Valladolid y me pilló una procesión mientras me tomaba unas tapas por el centro. Allí se arremolinaron varios centenares de viandantes; imagino que muchos acudirían a rezar para ver si el conjunto blanquivioleta gana algún encuentro antes de que termine la liga; lo veo complicado. La cuestión es que el gentío comenzó a colocarse en hileras a ambos lados de la calle, con gran expectación por ver a la cofradía pasar. Aquí comenzaron los problemas: dos señoras muy emperifolladas que acababan de llegar se plantaron las primeras, delante de todo el mundo. No tardaron mucho en convertirse en objeto de críticas y reproches, pero ellas se quedaron allí bien regias: hombre, no se habían tirado toda la tarde de chapa y pintura para que no se las viera en primerísimo plano. Cuando el paso llegó hasta nuestra calle, el cotorreo y el barullo no cesaron, sino todo lo contrario, se avivaron aún más; nunca he estado en la feria de Sevilla, pero creo que debe de ser bastante similar a lo que se vivió en esa avenida.

El paso iba parando y luego reanudaba el recorrido; cada vez que echaba a andar, la muchedumbre aplaudía, mientras otros se quejaban al grito de «esto no es Andalucía, aquí no se aplaude». La feria de Sevilla dio paso al concierto de Coldplay: solamente se veían móviles por todas partes, grabándole en 4K hasta los pelillos de la nariz al pobre Jesucristo. También había cámaras de televisión entrando y saliendo, yendo de arriba para abajo; no sabía yo que este año las procesiones se emiten en prime time. Para más inri, yo, que fui muy capillita en mis tiempos mozos y soy bastante ducho en los asuntos de Dios, no podía sino preguntarme qué narices hacíamos viendo a Jesús con corona de espinas y a Poncio Pilato por ahí danzando, si era domingo de Ramos. Es como si, en Juego de Tronos, Arya hubiese matado al Rey de la Noche en la primera temporada: un auténtico sinsentido.

Con el pasar de los días, he reflexionado acerca de lo que sucedió en Valladolid. ¿Se han convertido las procesiones en el nuevo pasatiempo de los boomers «charca»? ¿Se han desasociado los conceptos de procesión y pulcritud cristiana? ¿No deberíamos asegurarnos de que esta tradición siguiese respirando solemnidad y misticismo? Sin duda alguna, yo no me esperaba ser espectador de broncas dignas del plató de Sálvame mientras de fondo veía una cabalgata de romanos y judíos semidesnudos a través de la pantalla del iPhone de una señora con tacones y cardado. Si España no existiera, habría que inventarla.

Bromas aparte: los derroteros que está tomando el mundo moderno son bastante preocupantes. ¿En algún momento habrá un despertar a gran escala que nos haga replantearnos la forma en que vivimos? Desde luego, da bastante pena ver en qué se ha convertido esta tradición cristiana tan particular de nuestro país. Se nos está quedando una sociedad preciosa.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre nomofobia y desconexión digital

Sobre España y fonética